Las relaciones humanas podemos verlas a grandes rasgos, como el bosque nativo constituido por sus árboles y arbustos diversos en una convivencia armoniosa, tal como conviven los seres humanos en contacto.
Podríamos decir que las relaciones humanas nos permiten ser seres humanos a la vez que los seres humanos conformamos las relaciones humanas.
Cuando el bosque nativo tiene dificultades para seguir siendo un bosque autosustentable, es porque su organización de alguna forma no colabora a la armonía entre los árboles, y si esta disarmonía es muy grave, entonces la organización tenderá a cambiar buscando otra que asegure mejor la vida del bosque.
Los arboles crecerán menos pero se mantendrán verdes, algunos arbustos desarrollarán raíces más gruesas para sostenerse mejor, etc. Mientras más obstaculizada la organización del bosque para sobrevivir, más intenso podría ser el impulso al cambio, llegando incluso a una crisis ambiental.
Las relaciones humanas, y por lo tanto, los seres humanos que para existir necesitamos también relacionarnos en armonía con otros, hacemos también crisis si esa pérdida de armonía es insoportable para el tejido social.
Entonces, la crisis social que vivimos hoy puede verse como una crisis de las relaciones entre los chilenos, en que la forma de convivir, ya sea cercanamente con unos, y más alejadamente con otros, no resulta sustentable, no es mínimamente armónica, y tiene que sufrir un cambio. Y aunque duela, es sano que haga un cambio.
Cuando hay crisis en las relaciones, el contacto es difícil, y hay que volver a revisar nuestras semejanzas y diferencias pero como sin piso, porque precisamente ya perdimos la confianza en el apoyo que necesitamos del otro para sentirnos humanos. Es como buscar nuevamente el aire para respirar, pero con el escaso aire que nos queda.
Por eso se hace tan importante cuidar en este tiempo de crisis todas esas relaciones que conservan nuestra confianza. Es decir, aquí el cambio tiene que ver con valorar más los acuerdos que sí se conservan, por ejemplo con la familia, con las amistades, con los vecinos, con los compañeros de trabajo. De esta forma tendremos aire mientras creamos lo nuevo que sea necesario para recuperar armonía suficiente.
La critica falta de confianza en la relación con los demás, va acompañada siempre de una medida acentuada de dolor, miedo y ansiedad, como lo dijo la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile en una carta on line, el 23 de octubre del presente.
Nuestras relaciones se vuelven más frágiles, se pueden echar a perder con más facilidad, se vuelven más impredecibles, más susceptibles, más exigentes. Entonces tratamos de andar más atentos a lo que decimos, a lo que expresamos, a la vez que necesitamos tanto expresar nuestro temor y dolor a los demás para aliviarlo. Y muchas veces nuestras habilidades para mantener este equilibrio no son suficientes pues las hemos adquirido usualmente en tiempos de más paz, y ahora parecen no bastar.
Entonces es muy necesario poner atención a lo que sentimos con los demás, a lo que nos llega de ellos, y luego poner atención a lo que sentimos nosotros mismos con eso que detectamos que sienten los demás, y darnos tiempo para respirar y buscar la mejor forma de compartir todo eso que sentimos.
Si tomando un buen poco de aire primero, puedo darle un nombre lo más preciso posible a eso que percibo que los demás sienten: rabia, molestia, vanidad, egoísmo, etc., y luego abrirme a percibir lo que yo siento frente a cualquiera de esos sentimientos fuertes de los otros: más rabia, miedo, o ansiedad, podré encontrar una buena forma de decirles lo que siento, ser respetuoso y acompañador.
Así voy colaborando a ir estableciendo poco a poco una nueva armonía en las relaciones sociales, mejor que la de antes. El esfuerzo por cuidar la convivencia humana mientras se busca una mejor organización social, requiere también de darse más momentos de descanso, para recogernos y alejarnos por un tiempo de los otros y autocuidarnos.
Las crisis sociales hacen más difíciles nuestras relaciones cotidianas, y por lo tanto hacen más difícil nuestro bienestar. Al mismo tiempo, el no sentirnos bien con los demás por mucho tiempo, lleva a que se produzcan las crisis sociales. Necesitamos sentirnos bien con los otros para tener una buena existencia, por lo tanto, asumir las crisis con el propósito de encontrar esa mejor forma de organizarnos socialmente, es la mejor forma de enfrentarlas y hacer crecer nuestra capacidad de estar bien.